Vergüenza ajena y tristeza

Vergüenza ajena y tristeza deja el video presentado por Mónica Encalada con las conversaciones entre el juez Juan Paredes, su abogado, Alejando Chica, y la exjueza. A Paredes, la defensa de El Universo lo acusó de prevaricato y de falsedad ideológica por haber simulado la redacción de la sentencia contra los directivos del diario y su exdirector de Opinión, sentencia que habría sido redactada por el abogado Gútemberg Vera, defensor del presidente de la República. Encalada, que estuvo entre los varios y sucesivos jueces a cargo de la causa contra El Universo, convocó a la audiencia final de juzgamiento para el 19 de julio del año pasado; y Paredes, como juez temporal, rompió toda marca al haber leído el proceso de miles de páginas y haber dictado una sentencia de más de un centenar en menos de 24 horas. En esa sentencia condenó a los hermanos Pérez y a Emilio Palacio a tres años de cárcel y al pago de una indemnización de $40 millones a favor del primer mandatario.

Es una vergüenza ajena, bastante mayor que esa "terrible" como califica el presidente Correa en su carta a Fernando Cordero, a las resoluciones de la Asamblea "que por su deficiente formulación semántica han generado en los ciudadanos grandes sonrisas". En este caso, no se producen grandes ni pequeñas sonrisas, sino mezclados sentimientos de incredulidad, indignación y pesadumbre. Incredulidad porque, si bien no es novedad alguna la corrupción en la justicia, cuando se conocen las formas cómo se produce la corrupción, uno se resiste a creer que se pueda llegar a esos extremos. Indignación por el fiasco de jueces que se mueven al vaivén de fuerzas externas, a tal punto de que Paredes reconoce haber recibido la sentencia: "él me mandó a pagar $60 millones", afirma, cuando antes había comentado que cambió la sentencia, en la que, como sabemos, fijó la indemnización en $40 millones. En medio de las expectativas de nombramientos y protecciones que salen en la conversación, el juez llega a formular esta humillante confesión: "Yo vine a hacer aquí el papel como de payaso".

Y lo que inferimos de la conversación en el video presentado por Encalada causa, sobre todo, una profunda tristeza. Porque, al refrendarse la sentencia de Paredes por los jueces de la nueva Corte Nacional de Justicia que rechazaron la casación, se refrendó también la continuidad de la misma deplorable justicia que queda pintada en esa conversación. Y los nuevos jueces contaban, como toda la opinión nacional, con indicios de que la sentencia había sido redactada desde el programa Chucky Seven, las declaraciones anteriores de Encalada y las acusaciones del abogado de El Universo y el asambleísta César Montúfar, todo lo cual exigía al menos una elemental investigación.

El fiscal del Guayas Antonio Gagliardo tiene ahora en sus manos la investigación. Las acusaciones de una sentencia entregada al juez por uno de los abogados del demandante con una sentencia para favorecerlo son por sí mismas de la mayor gravedad, pero llegan a sus extremos si el demandante es el presidente de la República. Qué bueno que el mandatario ofrezca toda la protección y garantías a la exjueza Encalada para presentar sus denuncias y pruebas. Pero ¿podemos confiar en la justicia? Vergüenza ajena y tristeza.
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