Por un puñado de dólares

Roberto Caldas, Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, hizo durante su visita al Ecuador la más sospechosa, incorrecta e indebida declaración que alguien de su investidura podía hacer. Afirmó, para infinita alegría del Presidente y su aparato de comunicación, que la reforma a la justicia ecuatoriana “…quizá sea la más importante reforma judicial del mundo…”.

Una declaración sospechosa de quien representa a una institución que recibió, y aparentemente recibirá otra, donación del Estado al que alaba. En la lógica correista, repetida insistentemente a propósito de la CIDH, quien recibe un pago o donación nunca podrá guardar objetividad frente a quien le dio el dinero; claro, para Correa esto tiene excepciones: cuando ellos son los que hacen la donación, su razonamiento del interés no se aplica porque coincide con su verdad oficial. Ya saben, esto de la doble moral.

Al afirmar –que quizá- la reforma judicial ecuatoriana es la más importante del mundo, Caldas aprecia únicamente la dimensión cuantitativa y deja de lado las cualidades que debería tener un sistema de justicia para considerarse referente. En la historia reciente de la región hay un caso parecido que se presentó como exitoso, la reforma judicial del fujimorismo, que implicó nuevos jueces, cambios en el despacho, más acceso y celeridad; sin embargo la misma Corte Interamericana ha condenado a ese país por violaciones a los derechos humanos debido a la falta de independencia de esos jueces.

No puede negarse que en nuestro país se ha hecho la inversión más relevante en esta materia (algo más de 600 millones), hay más jueces, mejores edificios, más infraestructura, nuevas formas de organización de los despachos, uso de la oralidad; cambios indiscutibles. Pero decir que es una justicia exitosa reduce la evaluación a un recuento contable de la inversión, a un inventario de construcciones, equipos y número de causas despachadas, dejando de lado lo que varios estudios y análisis han puesto en evidencia: la falta de independencia de los jueces, la actitud sospechosa bajo la que se lleva la persecución penal, las limitaciones para la actuación de la defensa pública en casos de drogas, para citar pocos ejemplos.

La independencia es una condición necesaria de todo sistema de justicia, debe garantizarse que los administradores de justicia actúen con independencia e imparcialidad; por ello lo incorrecto de las afirmaciones de Caldas, él es un juez (pese a que en la visita al Ecuador se parecía más a un relacionista público). Más de una posible violación de derechos humanos atribuido a este régimen podría llegar a la Corte Interamericana ¿cómo podemos confiar que dicho tribunal actuará con independencia si ya se anticipó un juicio sobre el sistema de justicia ecuatoriano?

Caldas le ha hecho un flaco favor a la Corte, ha minado la confianza en el sistema y actuado de manera impropia para alguien que ostenta cargo tan importante. ¡Lo que se puede hacer por un puñado de dólares!

@farithsimon



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