Gestores de Paz: La propuesta que sepultó al correísmo.

Gestores de Paz: La propuesta que sepultó al correísmo.
Publicado el: 15/04/2025
OPINIÓN | Por: Crnl. Mario Pazmiño S.

En política, a veces una sola propuesta puede cambiar el destino de una elección. En el caso de Luisa González, esa oferta de campaña fue la creación de los “gestores de paz”. Lo que pretendía ser una solución ciudadana al creciente problema de inseguridad terminó interpretándose como una reedición de viejas prácticas autoritarias del correísmo. La idea, en lugar de generar esperanza, activó una memoria colectiva aún sensible: los Comités de la Revolución Ciudadana (CRC), estructuras barriales vistas más como instrumentos de control político que como herramientas de cohesión social.
Desde el primer anuncio, el rechazo fue inmediato. El electorado urbano, la clase media y, especialmente, los adultos mayores —muchos de los cuales habían vivido la etapa más dura del control estatal en barrios y organizaciones sociales— vieron con recelo una propuesta que evocaba los Comités de Defensa de la Revolución en Cuba o los círculos bolivarianos en Venezuela. La narrativa que la oposición y los medios instalaron fue letal: “espionaje comunitario”, “retorno del correísmo más duro”, “vecinos vigilantes al servicio del poder”.
Daniel Noboa, que ya tenía la ventaja de ocupar el poder transitorio y mostrarse como líder activo, aprovechó al máximo este error. Sin atacar directamente, permitió que la sociedad civil, periodistas, redes sociales y analistas convirtieran a los “gestores de paz” en el símbolo de lo que no debía volver. La narrativa caló hondo: mientras Noboa prometía tecnología, fuerzas especiales y cooperación internacional para combatir al crimen, González aparecía vinculada a un modelo de control territorial y político que muchos querían dejar atrás.
A la propuesta fallida de los gestores de paz se sumaron otros errores estratégicos y fracturas políticas profundas:
La alianza de último minuto entre Luisa González y Leónidas Iza buscaba capitalizar el voto indígena y rural. Sin embargo, resultó contraproducente. La estructura de la CONAIE no se alineó completamente, y muchos electores vieron en esta alianza un matrimonio forzado entre dos visiones incompatibles. Paradójicamente, una parte significativa de ese electorado terminó votando por Noboa como una forma de rechazo a ambos extremos. En provincias como Guayas, Esmeraldas, El Oro e Imbabura se registraron variaciones inesperadas en favor del oficialismo.
La filtración de mensajes del consejero Augusto Verduga, en los que se hablaba de nombramientos políticos, “mecanismos de control” y posibles retaliaciones institucionales, profundizando la desconfianza. Estos mensajes reforzaron la narrativa del retorno al autoritarismo correísta y alejaron aún más a los votantes moderados que buscaban un gobierno de reconciliación, no de revancha.
Uno de los sectores más decisivos en esta elección fue el de las personas mayores de 60 años. Este grupo, históricamente disciplinado en las urnas, inclinó la balanza a favor de Noboa, motivado por el temor al retorno del correísmo y por la promesa de estabilidad. Muchos vieron en Noboa una figura joven, pero con vocación de continuidad institucional, frente a una candidata que representaba el retorno de lo ya conocido y rechazado por la sociedad.
Finalmente, no se puede ignorar el peso del anti-correísmo. Desde hace más de una década, el movimiento político de Rafael Correa mantiene un techo electoral que no logra romper. La presencia del propio Correa en la campaña, sus mensajes desde el exterior, y el peso de su figura, en lugar de sumar, terminó por consolidar una coalición anti-correísta que fue más amplia que el respaldo fiel a González.
Aunque fueron varios los factores que contribuyeron a la victoria de Daniel Noboa, el catalizador que disparó el quiebre en la intención de voto fue sin duda la propuesta de los gestores de paz. Desde ese momento, todo el discurso de González se volvió defensivo. Y en una elección tan emocional, con una ciudadanía herida por la violencia y ansiosa de certezas, el miedo al pasado pesó más que las promesas de futuro.

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