¿Ética electoral?

¿Ética electoral?
Publicado el: 30/08/2012
El escándalo crece. Las imágenes parecen de ciencia ficción. Miles de computadoras, con sendos operadores paralizados ante imposibilidad de cumplir su cometido. Lograr que funcione un dispositivo para controlar firmas, y tratar así de recuperar la legitimidad de un dispositivo que, usando la retórica de la electrónica, pretende ser el filtro de quienes llegarán a participar de una gigantesca lactancia estatal. Lo que se pretende es utilizar este vergonzoso incidente, para colocar a las organizaciones políticas nuevamente contra la pared. Hagan de nuevo el esfuerzo de búsqueda de firmas; en caso contrario, no les dejamos participar en las elecciones. Dedíquense a eso, no a hacer política. Los responsables de todo el escándalo ni siquiera son tocados. Nadie responde por el hecho de que este sistema de fraude fue establecido en las narices, si no fue con la complicidad, de las autoridades electorales que organizaron pasadas elecciones, pasados referéndum cuyas consecuencias sufrimos hoy.

La verdad es que todo el sistema electoral establecido, todo el régimen de partidos de la revolución ciudadana apestan, tienen un enorme tufo de inmoralidad institucionalizada.

Entre las razones de tal descomposición quiero mencionar dos. La primera es que la conducción de este proceso está impregnada por la concepción gamonal para la cual la política no es más que la acción de rapiñar sobre los recursos públicos a fin de distribuirlos entre los seguidores. Por ello el sistema electoral es básicamente un sistema de exclusión, pues los gamonales odian la competencia abierta. Y, como mafia que son, están dispuestos a toda forma de violencia para mantener la morbosa adicción a usar el dinero de los otros.

La segunda característica, que también se deriva del mismo origen, es que se concibe el tema electoral como una combinación de solamente dos factores: por una parte, las técnicas de propaganda y, en segundo lugar, las mañas electorales. Armar como la mafia de Chicago los distritos electorales para beneficio de sus protegidos. Hacer la vista gorda de todo el uso del aparato público para recoger firmas y hacer propaganda de las organizaciones en el poder, y ponerse a buscar a los operadores de bajo nivel para apresarlos.

Con todo esto, se logra algo aún más importante para el proyecto político gamonal. Se suspende la actividad verdaderamente política, esto es la organización de las personas para buscar y construir las soluciones a los problemas que vivimos como colectividad. Se suspende la deliberación, se eliminan el diálogo y el debate.

Es cierto que la situación de los partidos políticos antes de la revolución ciudadana era mala, pero lo que han hecho con su Código de la Democracia, con el repetido uso del los tribunales electorales como tinterillos serviles del poder, es un ataque aún más ruin a los valores de una convivencia en democracia. Y aquí tal vez surge una esperanza. La bancarrota moral que la conducción de este proceso evidencia, tiene una cualidad, genera indignación, y este es un poderoso motor para terminar con toda esta farsa.
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