Del gasolinazo al reculazo

Del gasolinazo al reculazo
Publicado el: 02/01/2011
Horas antes de Año Nuevo y con rostros más propios de un velorio que de un momento festivo, el presidente Evo Morales, el vice García Linera y el canciller Choquehuanca anunciaron la abrogación del “decreto maldito”. Con visible pesar Morales pasó del gasolinazo al “reculazo”, poniendo retro violentamente a una medida que calentó la presión social a extremos comparables a los de Octubre Negro. Se veía venir una segunda semana de conflictos donde varias organizaciones sociales planeaban incluso la toma de instituciones públicas en la sede de gobierno y en otras capitales del occidente del país, y en Palacio Quemado comenzaba a percibirse cierto movimiento telúrico en los suelos del edificio. Pero lo que acabó por detonar el “reculazo” fue la posición adoptada por el propio “núcleo duro” del oficialismo, los cultivadores de coca del Chapare, quienes también rechazaron la medida del alza de la gasolina (uno de los principales precursores para la elaboración de cocaína). Queda claro que Evo Morales no gobierna para todos los bolivianos sino única y exclusivamente a favor de los cocaleros del Trópico de Cochabamba, y que de eso se trata cuando habla de “gobernar obedeciendo”. El “reculazo” se convierte en el síntoma más patente de la debilidad del régimen, que parece haber evitado la caída inminente pero que de todas maneras acaba de entrar en un proceso de desgaste irreversible. En otras palabras, el Diciembre Negro no fue un Octubre pero sí un Febrero, entendido como una crisis previa al derrumbe final. Es importante tener en cuenta que la abrogación del decreto no es un túnel del tiempo que regresa al país al 25 de diciembre, ya que los efectos negativos de la medida son una realidad instalada en la economía nacional, donde será muy difícil que los precios vuelvan a los montos previos. De igual manera, los efectos políticos tampoco son reversibles: si Evo no cayó en diciembre sí lo hizo su mito, que yace hecho añicos bajo los pies de los luchadores sociales. Definitivamente esfumada parece el aura de invulnerabilidad, así como los sueños de perpetuidad en el poder, en una nueva coyuntura donde el acortamiento del mandato y las elecciones anticipadas asoman en el horizonte. Sin necesidad de don profético alguno, es fácil predecir que el régimen intentará descabezar a los líderes sociales que encabezaron las protestas mediante una combinación de “palo y zanahoria”, mezclando cooptación económica con intimidación y judicialización. Sin embargo, al mismo tiempo se vendrá la caída de varios de los dirigentes sumisos al Ejecutivo, que adoptaron posturas de calculada tibieza ante el “decreto maldito”. La dicotomía persecución vs. lucha social será el eje de este nuevo tiempo.
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