El sombrero Panamá, de los Andes ecuatorianos al Caribe para hacerse famoso

Los famosos sombreros "Panamá", de paja, de color blanco, con banda negra y que se han extendido a lo largo y ancho del Caribe, tienen su origen a miles de kilómetros, en Cuenca, una ciudad de Ecuador incrustada en los Andes y a 2.500 metros sobre el nivel del mar.

Estos sombreros, muy valiosos para combatir el calor, saltaron a la fama a nivel mundial en 1906 cuando el presidente estadounidense, Theodore Rooselvelt, se puso este gorro, hecho de paja toquilla, y se hizo una fotografía encima de unas excavadoras que abrían el Canal de Panamá, ciudad que le dio el nombre al accesorio.

Alrededor de 500.000 sombreros salen anualmente de Cuenca, donde los artesanos ecuatorianos empezaron a exportar esta prenda en el siglo XIX.

Entonces, los sombreros cruzaban a caballo o en burro El Cajas, un macizo andino de unos cuatro mil metros de altura, hacia la ciudad costera de Guayaquil, en el Pacífico, para partir rumbo a Panamá, explicó a Efe Alicia Ortega, presidenta de una empresa familiar que lleva elaborando 120 años esta prenda, de las que exporta 216.000 unidades anualmente a 28 países, principalmente de América.

"Nunca un sombrero es igual a otro, porque son hechos a mano", indicó la directiva de Homero Ortega e hijos, quien destacó la dificultad de su confección, que puede tardar unos días o meses, dependiendo del modelo.

La paja toquilla sale de una planta parecida a una palma, de clima húmedo y tropical, que se encuentra en la costa ecuatoriana.

Los costeños deshilan pacientemente las hojas y luego cocinan las fibras con azufre, para que queden blancas, blandas y aptas para manipularse, tras lo cual se transportan a Cuenca.

Posteriormente, relató Ortega, se distribuye el material a los tejedores, para los que esa actividad complementa "a la agricultura y a los quehaceres domésticos" al aportarles ingresos adicionales.

Por eso, si uno pasea por Cuenca o sus alrededores no es extraño ver a mujeres sentadas en las puertas de sus casas hilando con tranquilidad estos sombreros.

Normalmente visten camisa blanca, falda de un solo color, pero llamativo, como rojo, verde o púrpura, y en la cabeza nunca les falta su propio sombrero de paja toquilla, que recuerda el origen de esta prenda.

El remate de los gorros se hace en la fábrica, donde se tiñen, se planchan, se les da la forma y se decoran, hasta dejarlos listos para la venta.

Según Ortega, el 95 % del producto sale de Ecuador para coronar las cabezas de personas de países tan lejanos como Kazajistán, Turquía, Siria, Japón, China, Australia, Italia, Alemania o España.

El 98 % de los sombreros de Ecuador se elaboran en Cuenca, mientras que el resto proviene principalmente de Montecristi, una localidad costera que vio nacer al líder del liberalismo en el país, Eloy Alfaro, quien tomó las riendas de la empresa de sombreros de su padre, el español Manuel Alfaro.

Según Ortega, la irrupción de China en el mercado ha causado "estragos" en la industria ecuatoriana, pues produce imitaciones más baratas, pero su empresa familiar ha dejado volar la imaginación y ha sabido renovarse.

Ahora la paja toquilla no sólo da vida a una infinidad de sombreros y pamelas diferentes, sino que también se transforma en elegantes ramos de flores, bolsos de moda, monederos o hasta en un espectacular vestido de novia.

Tal vez uno de los secretos de esta empresa para adaptarse a los nuevos tiempos y permanecer en el mercado sea que la sabiduría y la técnica para elaborar los sombreros se ha transmitido de padres a hijos.

"Ya vamos por la quinta generación", dijo Ortega, quien confesó que su hija confecciona los diseños de los nuevos productos.
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