Yo no voto por Alberto

No entiendo como un hombre inteligente, como lo es Alberto Acosta, pretenda hacernos tragar como una rueda de molino, la simpática tesis de que Rafael, casi que por su carácter, es el único responsable de haberse blindado con todos los poderes posibles; cuando tanto Alberto como otros exaliados del correísmo, estuvieron muy felices en su momento observando como se alimentaba con un hambre voraz el muchacho de Chávez.

Creo que hasta se rieron cuando, de un mantelazo, los socios interesados de Rafael destituyeron a medio Congreso. Entonces se olvidaron de que su esencia es ser demócratas.

No es fácil ahora decir que todo se debe a que el presidente no respetó la Constitución de Montecristi. Con los antecedentes que se carga, era muy ingenuo pensar que un líder de su talla se iba a someter a un cuadernito que se recita bonito, pero su ejecución es un cuento. Además, esa Constitución, como todas las anteriores, preparó el terreno para el plan de 50 años que tenían listo los ganadores de elecciones del momento.

El hiperpresidencialismo está ahí concebido, sacramentado, bien parido. Tanto estaban enamorados de Rafael que hasta le dieron larga vida en el poder, permitiendo su doble reelección. Ya va una, y sigue por la segunda.

Con todo esto me imagino que se debe tener una cara muy dura para que, poco tiempo después, se aparezca uno parado frente a la gente a ofrecerles el oro y el moro. Para decirles que no fue él, que fue el otro.

A su favor debo decir que Alberto no tiene la culpa, por supuesto. Si hay un grupo de experimentados dirigentes de izquierda que le ponen la candidatura en bandeja de oro, solo toca servírsela sin empacho. El error, el viejo error, es de la izquierda que, como siempre, busca un padrino que los represente, porque ellos no se sienten capaces de liderar en una papeleta, la vieja lucha en las calles que tanto los reivindican.

Lo han hecho siempre y han perdido valiosas oportunidades. Ahora dicen que se equivocaron, que los engañaron. Pasó con Lucio, después con Correa. Acosta posiblemente no los defraude, porque creo que es un consecuente con sus ideas. La decepción se viene en las urnas, por haberse jugado por una opción con pocas posibilidades de triunfo.

La izquierda podrá estar acertada o equivocada con sus ideas, pero es un legítimo actor de los procesos democráticos del país. Tiene su espacio y su participación es importante.

Por eso no es justo para la gente que los sigue, militantes en un gran número, siempre vean al frente, en los momentos decisivos, a alguien que no ha lanzado una piedra junto a ellos. Que no se ha chupado un día de cárcel, que no haya sentido en su contra la venganza, no el desprecio, del poder.

Y por último, esa Constitución farsante debe desaparecer. Con o sin Rafael, el papelito de Montecristi da alas para convertir al elegido en un soberano, en el rey de la comarca. Será por eso que otros candidatos no van en su contra, dicen que podrían adaptarse a ella, anuncian que la respetarán.
Comparte esta noticia en tu:
   

Este artículo se ha leído: 2097 veces.