La perversidad en contra de César Carrión

Ayer leí en la página web de Teleamazonas la noticia de que César Carrión, el ex director del hospital de la Policía, ya había cumplido los 90 días de prisión preventiva que le impusieron porque el Presidente de la República le acusó de haber intentado asesinarlo.
La primera reacción que tuve fue pensar que Carrión es un preso de conciencia y que su caso confirma la aterradora tesis de que en el Ecuador hay presos de conciencia.
Sin embargo, cuando pensé más detenidamente en el tema me invadió la duda sobre estos supuestos presos de conciencia porque, en honor a la verdad, Carrión no está preso porque haya tenido determinada postura ideológica o de conciencia. La verdad es que Carrión está preso porque al Presidente de la República se le ocurrió, sin ninguna prueba fehaciente, que este oficial lo quiso matar, y porque esta ocurrencia era el pilar sobre el que se sustentaba la alucinada tesis de que el 30-S hubo una conspiración con intento de magnicidio incluido.

Carrión no está preso por ser un opositor al Gobierno ni por pensar de forma distinta a quienes están en el poder. No, si Carrión está preso es por una perversa forma de administrar el poder, por una aberración sicológica de alguien que prefiere ver a una persona presa sin que haya suficientes elementos para dudar de él, antes que poner en riesgo al poder que administra.
Durante estos 90 días no ha habido nadie que haya aportado, al menos públicamente, con un solo elemento que haga pensar o sospechar de manera objetiva de que Carrión en efecto quiso matar al Presidente impidiéndole el ingreso al hospital aquel aciago 30-S, tal como dijo el propio Correa cuando acusó a Carrión. Ni siquiera el mismo Correa, cuando declaró ante la Fiscalía, mencionó al Director del Hospital al que había retratado poco antes en una de sus alocuciones sabatinas como un criminal en potencia.
Más bien, por lo que se ha visto en videos y en declaraciones de personas que estuvieron aquel día en el Hospital de la Policía, Carrión no tuvo ninguna intención de impedir que Correa sea atendido sino que, muy por el contrario, hizo todo lo que estaba a su alcance para que Correa reciba atención médica. Pero con Carrión la presunción de la inocencia no aplica. No, lo que en este caso aplica es la presunción de que la palabra presidencial es infalible y merece la genuflexión de jueces y fiscales.
Ahora, Carrión ha sido trasladado al ex penal García Moreno y recién el viernes, de lo que se sabe, habrá un pronunciamiento de la Fiscalía sobre su caso. Lo que diga la Fiscalía sobre el tema este viernes no es sencillo. Si se dice que no hay elementos suficientes para acusar a Carrión de intento de magnicidio, la palabra del Presidente quedará duramente comprometida. No faltará quien recuerde la forma despótica e insultante con la que Correa habló de Carrión durante la cadena sabatina en la que prácticamente lo condenó y que significó que horas más tarde lo apresaran.
No solo eso está en juego: la tesis alrededor de la conspiración quedaría seriamente socavada si Carrión no termina condenado como uno de los protagonistas de la supuesta conspiración.
Habrá quien diga que mientras no se compruebe la inocencia de Carrión es mejor mantenerlo detenido. Pero, es difícil imaginar a la justicia ecuatoriana actuando de forma tan severa contra alguien sobre el que recaen, al menos hasta ahora, tan pocas pruebas o evidencias. Pero lo más difícil de imaginar es cómo Rafael Correa puede conciliar el sueño con la simple idea de que por sus urgencias políticas alguien haya sido privado de su libertad.
http://desdelatranquera.wordpress.com/2011/01/25/la-perversidad-en-contra-de-cesar-carrion/
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