La Izquierda Democrática se suicida en directo

La Izquierda Democrática se suicida en directo
Publicado el: 04/03/2017
Ni por Lenín Moreno ni por Guillermo Lasso sino todo lo contrario. La izquierda Democrática acaba de cometer una proeza política: tras diez años de correísmo, anuncia que “El país se enfrenta a dos modelos sobre los que debe decidir en la segunda vuelta electoral”.

En la resolución del Consejo Ejecutivo Nacional la Izquierda Democrática describe los dos modelos. Este es el que representa Lenín Moreno: “Por un lado un candidato que representa a un gobierno que ha concentrado el poder y ha irrespetado a todos y a todo, que desconoce la valía de las organizaciones sociales y de la libertad de expresión y que ante las evidencias de corrupción generalizada no ha movido un dedo por esclarecerlas y sancionar a los responsables”.

Este es el modelo que, a sus ojos, representa Guillermo Lasso: “Por el otro, un modelo conservador a ultranza, que ignora la solidaridad como consustancial con la justicia y la lucha contra la inequidad. No es viable un enfoque que concede al mercado la supremacía, cuyas distorsiones afectan a los más pobres y necesitados y que pueden provocar estallidos sociales de imprevisibles consecuencias”.

¿Los dirigentes de Izquierda Democrática viven en Ecuador? Hay que ver la cantidad de guantes quirúrgicos que toman para describir el régimen que tiene secuestrada la democracia y a los ciudadanos desde hace diez años. Y hay que ver con qué osadía lo ponen en pie de igualdad con un cuento chino que le endosan a Lasso. ¿El líder de CREO es conservador? Cierto. Curuchupa incluso. Pero, ¿cuándo ha ejercido el poder? ¿En qué bola de cristal están leyendo las políticas que Lasso implementaría y que “pueden provocar estallidos sociales de imprevisibles consecuencias”. La mecánica usada por los dirigentes de la Izquierda Democrática para que la opinión avale su gigantesca rueda de molino sigue el patrón de los mitómanos: una inclinación patológica a fabular y luego convertir ese invento en realidad.

¿Acaso que son equivalentes las prácticas concretas, con víctimas concretas del correísmo y las suposiciones prejuiciosas de dirigentes que hacen política como si la leyeran en las tasas de café? ¿Acaso que el problema del Ecuador, en este momento, se llama Guillermo Lasso? ¿Acaso que aquellos que voten por él se compran su visión, su programa? ¿Acaso no se trata de recuperar la democracia? ¿Acaso alguien está dispuesto a firmar un cheque en blanco a Lasso para que haga lo que le dé la gana, en la forma que le dé la gana? ¿Acaso no es eso precisamente lo que se pretende enterrar tras haberlo ensayado y repetido con Rafael Correa?

De gana la Izquierda Democrática hace hablar de ella. De gana hace recordar que fue el ex presidente Borja quien impulsó la candidatura de Rafael Correa. De gana pone en evidencia a esos viejos dirigentes suyos que durante diez años guardaron silencio. De gana hace pensar que, efectivamente, hubo un acuerdo con este gobierno para que pudiera reinscribirse, el 18 de agosto de 2016, en el Consejo Nacional Electoral.

El comunicado del Consejo Ejecutivo Nacional es una pieza de ficción y mistificación políticas. Basta examinar este otro párrafo: “Es evidente, también, que en las dos candidaturas están presentes elementos que tienen y han tenido acciones repudiables en el ejercicio de funciones públicas, que hacen imposible confiar en las ejecutorias limpias que se necesitan en las actuales e inmediatas circunstancias.”

Inútil decir que la Izquierda Democrática se compra el curso de calumnias que vende este rato el gobierno al país. ¿De qué acusan a Lasso? ¿Por qué no lo hacen directamente? Porque si esas acusaciones veladas tienen asidero, y son tan graves como para equipararlas con la corrupción que ha habido bajo este gobierno, Lasso no merece pedir el voto para Presidente. ¿Acciones repudiables? No, acciones criminales ha habido bajo este gobierno. ¿Cuáles son las de Lasso?

La Izquierda Democrática, el partido que aupó con propuestas decentes y provocadoras Paco Moncayo, no merece tener dirigentes como estos que se lavan las manos de esta manera. Dejar libertad de conciencia a sus electores para votar es un sinsentido político. La sociedad está ante un sistema probado, autoritario y concentrador de poder, y la posibilidad de retornar a la democracia y al juego institucional. Ese es el dilema, no la falacia de dos males absolutos que señala la Izquierda Democrática. Hacer creer que no se tiene que defender los derechos básicos ahora es una irresponsabilidad histórica que contradice el credo en el cual dice inspirarse ese partido. ¿No lo hará ahora pero sí luego? ¿En cuántos meses? ¿En cuántos años? Si los ciudadanos aquilatan el lavado de manos de Wilma Andrade y sus amigos, esto significará la muerte prematura de un partido que hace la apuesta más cicatera que hay en política: pretender fortalecerse sobre las cenizas del próximo gobierno.

La Izquierda Democrática ni siquiera cree en el aprendizaje que los ciudadanos han extraido del correísmo. Porque, por último, si resultara elegido Lasso y pretendiera imponer el catecismo que dice la ID en su resolución, pues los ciudadanos volverían a estar en las calles y lo harían retroceder. Pero, por ahora, el mal absoluto no es Lasso; es el correísmo y la década perdida para la democracia ecuatoriana. Es ante ese reto que Izquierda Democrática da la espalda al país.

Por: José Hernández

Foto: Presidencia de la República del Ecuador. Reunión entre Rafael Correa y Paco Moncayo.Noviembre 2007.

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