La filantropía, tan histórica como la urbe

La filantropía, tan histórica como la urbe
Publicado el: 08/10/2011
En la década de los 40 del siglo XIX, Guayaquil estaba habitada por 23.000 personas y era el centro comercial más importante del país.

Sin embargo, mientras en el resto de naciones latinoamericanas el desarrollo llegaba de a poco, esta ciudad se había quedado anclada en el pasado.

Ni los servicios públicos (agua potable, alcantarillado, alumbrado, asfaltado de calles), ni el área de la salud o educación... nada cumplía con las demandas que los porteños tenían para una mejor vida. El Estado (con sede en Quito, a varios días de camino por senderos y trochas peligrosas) no era capaz de responder a esos requerimientos.

Fue entonces que los guayaquileños decidieron, a su manera, resolver sus necesidades. Una de las primeras ideas se concretó en el atardecer del 21 de noviembre de 1849. Nacía la Sociedad Filantrópica del Guayas, integrada por 64 guayaquileños, entre obreros, carpinteros, comerciantes y hacendados. Tenía como objetivo el socorro mutuo y la conformación de una caja de ahorro.

Con el tiempo y a lo largo de 162 años, transmutó su línea de trabajo al eje educativo.

"La ciudad se desarrollaba en el área industrial y requería personal capacitado. En algún momento, los miembros de la sociedad decidieron acoger la bandera de la educación. En eso seguimos", dice su presidente, Arturo Feraud Stagg.

La institución educa actualmente a 1.500 menores, en dos de sus planteles históricos.

Pero en Guayaquil eran muchas las necesidades. Al término de la guerra civil de 1883, quedaron muchas "viudas desesperadas y huérfanos desamparados". Fue entonces que otro grupo de mujeres, lideradas por un sacerdote, formaron el 19 de mayo de 1878 la Sociedad de Beneficencia de Señoras de Guayaquil.

Esta entidad sigue vigente. Educa a cientos de niños, además de prestar servicios de salud, ayuda social y asistencia familiar. Hoy su directorio está presidido por María Auxiliadora Bejarano de Torres, quien heredó esa actitud de solidaridad que tuvo también su bisabuela, quien integró el primer directorio de la institución.

La educación, las mujeres y niños abandonados por la muerte de sus esposos y padres, tenían ya un apoyo, pero quedaban aún temas pendientes entre los guayaquileños.

Durante muchos años la insalubridad fue un problema que golpeó constantemente. Siete años antes de que la Filantrópica fuese formada, ya habían fallecido 1.500 personas. La mitad de la población abandonó la ciudad, temerosa de la fiebre amarilla.

La salud fue el sector en el que iba a trabajar otra de las organizaciones históricas de los guayaquileños: la Junta de Beneficencia de Guayaquil (JBG), fundada en 1888 por un grupo de filántropos liderados por Francisco Campos Coello.

La JBG se ha convertido en una institución que marca la vida de los guayaquileños con los servicios que a través del tiempo ha ofrecido, acompañando a los habitantes de la urbe desde que nacen, a lo largo de su vida.

Para 1916 la salud ya estaba atendida. Entonces que los guayaquileños miraron hacia el ornato de su ciudad y crearon dos juntas, la de Embellecimiento y la Patriótica del Centenario.

"En el afán de mejorar las condiciones urbanas, un grupo de guayaquileños se juntó y buscó la forma de fomentar algunas obras de desarrollo", dice la historiadora y arquitecta Antonieta Palacio.

La de Embellecimiento promovió el mejoramiento de plazas, alamedas, parques; trabajos en el drenaje, construcción de un reservorio entre los cerros Santa Ana y del Carmen; la instalación de redes para aguas lluvias y aguas servidas, agua potable; relleno y pavimentación de calles y la construcción del malecón.

La Junta del Centenario, en cambio, gestó la edificación de la Columna del 9 de Octubre.

Con el paso del tiempo, el civismo y la filantropía evolucionaron. El Guayaquil de los patriotas se transformó en la ciudad del voluntariado.

¿A quién llamamos voluntario? A toda persona que trasciende los límites de un empleo remunerado y de sus obligaciones normales para aportar desinteresadamente, sin esperar recibir a cambio ningún beneficio o recompensa económica. Esta definición aparece en el portal de la Cruz Roja del Guayas como invitación para que quienes tengan estas cualidades se sumen a su labor.

Fotografías que muestran a los colaboradores durante sus gestiones humanitarias resaltan parte de este trabajo en el que están involucradas 400 personas. El doctor Federico Heinert, presidente de la entidad, dice que sin el voluntariado guayaquileño las calamidades habrían sido desastrosas.

"Se ayuda mucho a la gente vulnerable", agrega.

En la Cruz Roja el apellido Maldonado implica un linaje de tres generaciones de voluntarios comprometidos con la institución. El primero fue Teodoro Maldonado Carbo, lo siguió su hija Elvira y ahora su nieta, Margarita Ortega de Marcet. El sentido de solidaridad del presidente actual fue heredado de su padre, Federico Heinert Rivas. "Estuvo vinculado durante muchos años a la JBG y centró su labor en la maternidad Enrique C. Sotomayor".

Es por eso que conoce de cerca este mundo, donde un ente aglutina 76 organizaciones de la provincia que cumplen con una labor altruista: la Asociación Coordinadora del Voluntariado del Guayas (Acorvol), creada en 1973.

Dentro de ella existe una red de agrupaciones que destinan sus esfuerzos a ayudar a adultos mayores, a personas con capacidades diferentes, a niños y jóvenes; en áreas de la educación y la salud.

Un abanico de opciones que permite prolongar esta actitud solidaria que sin dudas se gestó en los orígenes mismos de la urbe porteña.

Foto:Ornato. La Junta Patriótica del Centenario, fundada en 1916, promovió la organización de actos y la construcción de una columna en homenaje a los héroes de octubre de 1820.
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