Glas y la moralidad revolucionaria

Uno no puede sino sentir perplejidad frente al informe del Consejo Politécnico sobre la tesis de ingeniería presentada en el 2008 por quien es, desde el pasado viernes, el nuevo vicepresidente de la República, Jorge Glas. Perplejidad, extrañamiento, sorpresa, porque el informe, presentado el 30 de abril, valida la tesis –la considera relevante en términos profesionales- pero al mismo tiempo señala que la lectura de ese trabajo académico debe omitir los capítulos uno y dos, así como un texto anterior a las conclusiones, porque los considera “irrelevantes”. No queda allí el informe. El Consejo pide al señor Blas y al señor Luis Calle, coautor de la tesis, que escriban, cada uno por su cuenta, una carta al rector de la Escuela Politécnica del Litoral disculpándose –ojo- por haber expuesto a la institución a un escándalo público al “no haber hecho las referencias apropiadas en los textos incluidos en su trabajo”. Dicho de otro modo, los dos capítulos que el informe sugiere no leer, no solo que resultan

irrelevantes a la investigación, sino que además no fueron incluidos en la tesis con las referencias académicas debidas. Al buen entendedor pocas palabras. Resulta tan paradójico el pronunciamiento del Consejo Politécnico, que en el informe académico de graduación, ahora se añadirá un instructivo de lectura de la tesis en forma de addendum: ¡el addendum dirá lo que se debe leer de la tesis y lo que se debe omitir en su lectura!

Los voceros de la revolución han reaccionado con prontitud y alegría al informe académico de la Escuela Politécnica. Glas ha dicho que el documento ratifica que él siempre actuó con la verdad, mientras el presidente Rafael Correa, en una reciente sabatina, dijo que la ESPOL ha ratificado la valía y los aportes de la tesis de Glas. Me pregunto, en medio de tanta retórica sobre dobles morales, expresión que inunda el discurso presidencial en contra de sus críticos y que pretende agrandarlo ante sus seguidores, si el informe de la ESPOL no es una pieza de antología que retrata de cuerpo entero un caso de doble moral: los resultados de la tesis tienen validez aun cuando la mitad de su contenido sea irrelevante, y haya sido incluida sin las referencias académicas debidas. El mensaje pareciera ser este: Si el fin es bueno, no importa la naturaleza de los medios; el uso de medios inapropiados no inhabilita el fin.

El discurso de la doble moral presupone, como reverso suyo, una moral íntegra, intachable, pulcra, sin contradicciones, fisuras, filtraciones, unívoca. Si la conducta de Glas habría sido juzgada con los parámetros de la retórica oficial, el vicepresidente no debería estar en el cargo que ocupa hoy. ¿No es el informe del Consejo un galimatías para sacarse el bulto de encima? ¿Qué es eso de exigir disculpas a un par de estudiantes? ¿Las disculpas los exime de responsabilidad frente a las normas académicas? Lo cierto es que Glas está cómodamente sentado en la vicepresidencia, obligado a pedir disculpas a su universidad por haberla sometido a “una exposición pública negativa”, mientras la doble moral se reparte a diestra y siniestra por el gobierno para disminuir a los adversarios. Mal antecedente en el inicio mismo de un nuevo período revolucionario.
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