¿Cuál daño moral?

Han hecho muy bien los autores del libro “El Gran Hermano” en no aceptar la generosa oferta del Presidente de la República para que se retracten de una afirmación, supuestamente hecha por ellos, a cambio de retirar el juicio por “daño moral” y el pago de USD 10 millones.

Para obrar en consecuencia, Rafael Correa deberá seguir con su juicio, aunque él mismo no confíe mucho en esa figura, y no precisamente porque no le haya dado réditos cuando la aplicó contra un banco, sino porque la banalizó al responder a un demandante con una contrademanda consistente en nada menos que 20 juicios por “daño moral”, cada uno por USD 20 millones.

Cuando aparentemente ya nos habíamos acostumbrado a los derechos unilaterales que otorga la majestad del poder, es refrescante constatar que existe capacidad de reacción social para defender el papel del periodismo, que por supuesto no está exento de errores, en su difícil empeño por tratar de revelar lo que el poder se empeña en esconder.

Si con la investigación hubo un supuesto “daño moral” que el Presidente deberá probar, en cambio las denuncias sobre los contratos de su hermano con el Estado sí fueron un llamado de atención al poder; normalmente, las sociedades agradecen esos aportes. Eso sí, le queda pendiente al periodismo hacer un nuevo balance para saber si las cosas cambiaron o si solo se trató de otro acto de prestidigitación.

En tiempos de pragmatismo, las sociedades tienden a olvidar los principios, a volverse más laxas o, simplemente, a entregarse a mitos reconfortantes. Por eso el lanzamiento de la segunda edición de “El gran hermano”, el jueves en la noche, fue una bocanada de optimismo.

Más de un estratega pudo haber calculado que la acción judicial podía servir para desviar la atención de aspectos sustantivos como los problemas en la cobertura de la salud pública, uno de los emblemas de la revolución que aparecía, dentro de su lógica propagandística, como una verdad irrefutable pero que ha mostrado sus puntos débiles gracias al periodismo.

Pero el juicio por “daño moral” parece una salida en falso, así como las declaraciones del Presidente sobre temas internos de México, cuando argumentó que el Ecuador sigue siendo una isla de paz, que hay una lucha efectiva contra el narcotráfico y que México no controla territorios completos. Errores propios de la euforia de una campaña adelantada que trata de copar la mayor cantidad de escenarios para defender el sí en la consulta.

Proclamado como intérprete del pasado y el presente y como visionario del futuro del país, el poder no puede sin embargo evitar la realidad, y en eso juega un papel crucial ese periodismo que -aunque con pleno derecho en vista de los sistemáticos atropellos durante cuatro años- no ha demandado al Gran hermano por “daño moral”.




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