Correa desmiente al Cholito y a Bonafont

Los sofistas de Carondelet, expertos en las artes del fingimiento, no habrían imaginado que su propio jefe, el presidente de la República, echaría abajo el costoso tinglado con el que engañaban al país entero, haciéndole creer que los hospitales del Ecuador se habían transformado, por arte de la revolución, en eficientes centros de salud.

Dos conocidas figuras de la TV, el "Cholito", encarnado por David Reinoso, y Roberto Bonafont, el "poeta del gol", daban cuenta en sendas propagandas de que los servicios hospitalarios habían alcanzado tal nivel de eficiencia, que el actor pensaba que se trataba de un sueño. Y Bonafont le insistía que era una realidad. ¡Pero qué va!

Bastaron dos visitas del mandatario a los emblemáticos hospitales Abel Gilbert, en Guayaquil, y Eugenio Espejo, en Quito, para despertar a la realidad y descubrir que la obra existía solo en la engañosa propaganda vendida como verdad.

Falta de medicinas, cirugías represadas, enfermos sin atención y un tomógrafo dañado son contundentes pruebas de la negligencia en un centro de salud sometido a un estado de emergencia, cuando lo que requería era terapia intensiva.

El desconcierto del presidente ante la terrible realidad solo da cuenta del desfase entre la enorme inversión pública que el Gobierno ha destinado a la salud, alrededor de $3 000 millones, y las deficiencias hospitalarias; a la vez que prueban el libertinaje en el manejo de los recursos, sin que ninguna autoridad de control haya reaccionado, aunque sea con una declaración, para disimular su negligente proceder de cara al manejo de la plata del pueblo.

La reacción provino del propio Correa, quien dispuso que su ministro de Salud se quedara 15 días hasta solucionar las falencias denunciadas por los pacientes. Un mes después, hay avances sustanciales.

La semana anterior hubo más de lo mismo. La visita del presidente al hospital Eugenio Espejo evidenció ausencia de criterio en los administradores al preferir auditorios en lugar de salas de espera para que los familiares de los pacientes aguarden en la fría ciudad de Quito. Tras la visita de Correa, de seguro habrán mejoras. Y los demás hospitales, ¿cuándo recibirán la inspección presidencial?

Un Gobierno centralista y autocrático por fin se habrá dado cuenta de que las emergencias y los cuantiosos recursos no han dado resultados y de que hay que revisar la estrategia para atender a la gente.

Expertos en fabricar verdades, los publicistas de Carondelet decían que el Ecuador vive una nueva era en salud. Engañaron al país y a su jefe, quien sufrió un shock emocional cuando, en el Eugenio Espejo, una señora le reclamó por medicinas, esas que la propaganda decía que existen en cantidades suficientes en los hospitales. ¿Habrá en esto responsabilidad coadyuvante por haber difundido mentiras?

Resulta perturbador que, usando una suerte de máquinas de fantasía, los publicistas hayan propiciado que el presidente Correa, tras haber visitado dos hospitales, les termine desmintiendo a ellos, al Cholito y a Bonafont.
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