Buen presidente, gran ministro

A las 7 de la mañana del 5 de enero de 1981 arrancó una grave insubordinación en la Policía Nacional. Aunque en su inicio se pareció mucho a la revuelta del 30 de septiembre, durante el día evolucionó de una manera completamente distinta. No hubo presidentes “secuestrados”, corbatas sacadas y, sobre todo, no hubo ni un solo muerto.

Remontémonos hace casi 30 años en el tiempo, cuando era presidente del Ecuador don Jaime Roldós Aguilera, un joven político de 40 años de edad, con una gran conciencia democrática y profundos afanes reformistas que, adicionalmente, tenía buenos y hábiles ministros.

Resulta que después del feriado de año nuevo todavía no se había pagado a los policías su sueldo de diciembre de 1980 y algún aguinaldo navideño también estaba pendiente de pago. Aparentemente por eso, en una acción coordinada entre Quito y Guayaquil, la tropa policial se sublevó, en una actitud exactamente igual de tonta y antidemocrática que hace un mes.

Pero a partir de ese momento, las cosas evolucionaron de manera distinta. El manejo de la crisis quedó en manos de Carlos Feraud Blum, ministro de Gobierno. Según la poca información que hay en los medios de la época, parece que él, a través de altos oficiales de la Policía, conversó con la tropa (que había tenido el atrevimiento de pedir su remoción).

Fue un día tenso. Hubo enfrentamientos entre la tropa y los oficiales y en Guayaquil incluso le lanzaron una bomba lacrimógena a un mayor que trató de dialogar con los insubordinados.

A las 21:30 de ese día, el ministro Feraud informó que el conflicto estaba solucionado. Una hora antes, él mismo había dicho que el Gobierno no iba a ceder ante las peticiones de los sublevados, pero en la práctica sí cedió en algo al acelerar el pago de las remuneraciones pendientes y, sobre todo, al mejorar el rancho de la tropa. No hubo estado de excepción ni cadenas indefinidas.

En los medios de comunicación, este hecho recibió una amplia cobertura, pero tampoco monopolizó los titulares. La insubordinación policial compartió la primera página de la edición del 6 de enero de este diario con la inflación, la sequía y una visita de Ronald Reagan a México. En realidad, tampoco merecía más espacio.

Al día siguiente de la revuelta, cuando todo estaba solucionado, Jaime Roldós visitó el Regimiento Quito, que había sido el principal foco de las protestas. Su presencia en el cuartel policial, según lo reportó este Diario hace casi tres décadas, "fue aplaudida por el personal de tropa". También se reportó que habría cambios en la cúpula policial.

Y eso fue todo.

Y Jaime Roldós y Carlos Feraud estarán descansando en paz, pues en sus conciencias no pesa ningún muerto.
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